La reciente designación de un nuevo Jefe en la SUNAT vuelve a poner sobre la mesa un problema estructural que el país no puede seguir ignorando: la inestabilidad en la conducción de una de las instituciones más estratégicas del Estado. Si bien los constantes cambios en la jefatura ya no resultan sorpresivos —pues el promedio de duración de los últimos Superintendentes apenas supera los seis meses—, cada reemplazo reaviva la esperanza de una mejora sustantiva. No obstante, la experiencia demuestra que la simple rotación de autoridades no garantiza el fortalecimiento institucional ni la eficiencia en la gestión tributaria.
Dirigir una entidad como la SUNAT exige algo más que buena voluntad: requiere liderazgo técnico, solvencia moral, conocimiento profundo en materia tributaria y/o aduanera, y, sobre todo, visión de largo plazo. Sin esos elementos, resulta imposible construir una Administración Tributaria sólida, predecible y moderna, capaz de servir con eficacia tanto al Estado como a los contribuyentes.
La Ley de Fortalecimiento de la SUNAT fue concebida precisamente para dotar a la institución de estabilidad y continuidad, otorgando a su titular un mandato de cinco años. La idea era clara: permitir que el Superintendente pueda diseñar e implementar políticas sostenibles, impulsar reformas estructurales y consolidar proyectos que trasciendan los ciclos políticos. Sin embargo, la realidad ha sido otra. En el actual gobierno, la SUNAT ha tenido ya cinco Superintendentes, lo que ha provocado una rotación constante en los equipos directivos y técnicos. Esta dinámica erosiona la institucionalidad, debilita la memoria organizacional y retrasa cualquier proceso serio de modernización.
Aunque muchos de los cambios se realicen con las mejores intenciones, la experiencia ha demostrado que sustituir cuadros técnicos sin valorar su trayectoria o conocimiento del sistema termina afectando la capacidad operativa y estratégica de la entidad. Liderar la SUNAT hoy es, sin duda, un reto complejo: se requiere garantizar independencia técnica, transparencia en la toma de decisiones y neutralidad frente a presiones políticas o coyunturales. Precisamente, estos valores fueron los que en el pasado permitieron que la SUNAT alcanzara prestigio y reconocimiento regional.
Fortalecer la SUNAT implica, por tanto, construir un equipo técnico experimentado y comprometido, complementado con nuevas generaciones de profesionales familiarizados con las mejores prácticas internacionales. Solo una institución autónoma y profesionalizada podrá equilibrar los objetivos de recaudación con el respeto a la seguridad jurídica y la promoción del cumplimiento voluntario.
El país necesita una Administración Tributaria que distinga con claridad entre la evasión y el error formal, que concentre sus esfuerzos en combatir la elusión estructurada y no en incrementar la recaudación a costa de las empresas que ya cumplen. Para ello, se requiere personal altamente capacitado que comprenda las dinámicas de los distintos sectores económicos, las diferencias entre grandes y pequeños contribuyentes, y los riesgos específicos asociados a cada tipo de actividad.
Una SUNAT moderna no se construye a través de la coerción, sino mediante la cooperación. Las Administraciones Tributarias más avanzadas promueven el cumplimiento cooperativo, brindando certeza sobre la aplicación futura de las normas y reduciendo la conflictividad. No puede ser que los contribuyentes tengan que esperar años, hasta una fiscalización, para conocer la interpretación oficial de una norma. La predictibilidad es la base de la confianza y del cumplimiento voluntario.
Asimismo, el apoyo al pequeño contribuyente no debe traducirse en la eliminación de sanciones, sino en la prevención de infracciones. La SUNAT debería enfocarse en asistir al contribuyente para regularizar su situación antes de llegar a la cobranza coactiva. Hoy, muchos emprendedores se enteran de sus deudas cuando ya enfrentan embargos, afectando su flujo de caja, su reputación comercial e incluso su continuidad operativa. Un modelo tributario que aspire a la formalización debe priorizar la educación y la asistencia antes que la sanción.
En conclusión, los cambios que el país requiere en materia tributaria no se lograrán sin estabilidad en la conducción ni autonomía en la gestión. La SUNAT necesita espacio para pensar y actuar técnicamente, libre de presiones políticas y con una visión institucional que trascienda gobiernos. Solo así podrá consolidarse como una Administración Tributaria moderna, confiable y al servicio del desarrollo nacional. En esa línea, esperamos que a esta nueva gestión se le permita trabajar en lo que la SUNAT realmente necesita, pues cuenta con los elementos y capacidades para hacerlo.
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